jueves, 17 de enero de 2019

Un sólo paso

Las lágrimas rodaron en el andén. Ella con su suéter verde y falda gris de cuadros, la mochila en el piso. Él de mezclilla y playera blanca, mochila ligera, peinado libre. El curso pronto acabará y él pasará a la prepa si bien le va en el examen.

-Yo creo que lo mejor es que cada uno siga su camino. Con esto de la escuela ya no podré verte.

-Pero podríamos vernos el fin de semana.

-Si, pero ya no sería lo mismo.

Silencio.
Sollozo.
Tristeza.
Dolor.

-Ya dime la verdad, ¿conociste a otra?
-... No.
-A mi me contaron algo-
-Pues no.
-Mmmm...
-Ya me voy. De verdad, perdóname por esto.
-¡No te vayas!

Jaloneos.
Llanto.
Frialdad.
Huida.

Él se fue. Ella se quedó al borde de la línea amarilla viendo la oscuridad infinita del túnel, tan oscuro e interminable como su llanto y su dolor.

¿Volver a casa para recibir los gritos y golpes de mi padre? ¿Volver para sentir el silencio cómplice de mi madre? ¿Regresar mañana a la escuela a soportar la burla de los del salón y la intolerancia de los profesores?

El viento que provoca el tren que se acerca comienza a alzarle el cabello y seca una de sus lágrimas. Un punto luminoso se va agrandando con gran velocidad. El tumulto la hace poner un pie delante de la línea amarilla. Su única escapatoria a esa realidad grisácea ha dado vuelta al torniquete y asciende al exterior.

Tantas miradas, tanto contacto y a la vez tanta indiferencia. El mundo pesa entonces toneladas sobre su cabeza.

Un sólo paso decide el porvenir.

Lo cierto es que esa tarde, todo cambió para siempre.

martes, 14 de marzo de 2017

El encuentro infinito V

La boca, los labios juntos, se vuelven símbolo del infinito. Los rizos pueden parecerlo, pero no lo son. Comienzan y finalizan a pesar de tantas vueltas. Quizá de ahí que las palabras puedan trascender eternamente. No los ojos o los oídos; no hay más en su rostro que provoque tal sensación de nunca acabar. Quizá de ahí que deseemos que los besos nunca acaben, que nos sostengan aunque sea con los dientes, gritando en silencio ¡no me dejes! ¡no me sueltes! ¡no te vayas de mi!

Pero a pesar de éstas formas, de que un segundo pueda alargarse, comienza el fin de los tiempos. Sucumbimos ante la fosa mortal, sólo una palabra vive. ¿Ella se queda o se va también? El arte se multiplica, toma formas.

A veces me visita. La veo en una esquina del techo y la dejo caer libremente. El televisor hace mutis, ningún ruido me perturba; quien corre se vuelve lento. Salta y flota en el aire y ella cae despacio, muy lento. Va buscando el suelo; apenas llega y se va irguiendo sobre sí: no existe un color, son todos los colores. La luz llega, le atraviesa, le distorsiona el deforme rostro a media altura, ya no hay lentitud; todo inmóvil. Y las extremidades van tomando forma, su forma de curvas, de curvas perfectas, vientre aplanado, senos redondos, casi perfectos. Los brazos se extienden y regresan, los dedos tocan los muslos, el cuello casi vertical, y sobre éste su rostro.

La boca, los labios juntos, se vuelven símbolo del infinito…